miércoles, 28 de mayo de 2014

La ubicación del cuadro Los comuneros en el patíbulo


 Palacio del Congreso de los Diputados. (Madrid).



En la planta primera del Palacio se encuentra la galería de retratos de los Presidentes que ha tenido la Cámara a lo largo de su Historia, pintados por los más destacados retratistas de los siglos XIX y XX; así como dos grandes cuadros, "Los Comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado en el Patíbulo", de Antonio Gisbert y el "Compromiso de Caspe", de Dióscoro Téofilo Puebla Tolín.

Cuadro de los Comuneros en el patíbulo de Antonio Gisbert




Comentario del cuadro

En la Exposición Nacional de 1860 presentó Gisbert este lienzo por el que consiguió la primera medalla, segunda en la carrera del pintor. El cuadro suponía la consagración de Gisbert como representante de las ideas progresistas en la época, convirtiéndose en el pintor preferido por el Partido Liberal. Gisbert ha representado el ajusticiamiento de los principales líderes de la revuelta de las Comunidades de Castilla, levantados en armas contra el rey Carlos I para defender las libertades del reino en contra de los proyectos imperialistas del monarca. La ejecución tuvo lugar en Villalar el 24 de abril de 1521. En lo alto del patíbulo levantado en la plaza mayor de la villa castellana -cuyo caserío e iglesia se recortan ante el cielo- Juan de Padilla escucha con entereza los consuelos que le otorga un fraile dominico que señala con sus manos al cielo. Padilla viste ricos ropajes que nos indican su ilustre condición, bajando su mirada con gesto resignado y valiente, aguantando con firmeza la visión del cuerpo degollado de su compañero Juan Bravo, cuyas manos inertes están siendo desatadas por uno de los verdugos. Otro de los verdugos, como escarmiento, muestra al pueblo la cabeza del ajusticiado. Francisco Maldonado, el tercer líder de la revuelta, comienza a ascender las escaleras del patíbulo con gesto incómodo ante los protocolarios consejos que le da un fraile anciano que empuña un pequeño crucifijo.
Padilla es el eje y centro de la composición, siendo el que atrae la primera mirada del espectador, distribuyendo Gisbert de manera equilibrada el resto de las figuras, al tiempo que exhibe su dominio de las proporciones y de los escorzos, como el verdugo que desata las muñecas o el cadáver del comunero degollado. También distribuye acertadamente los planos, desde las dos figuras del extremo derecho, cortados sus cuerpos para resaltar la altura del cadalso, hasta el verdugo del fondo que proyecta su brazo con la cabeza cortada hacia el fondo de la escena, marcando al diagonal que organiza la composición. Gisbert ha introducido el tratamiento secuencial en la escena al disponer las tres fases del suceso: la subida al patíbulo, la espera y la degollación.
Debemos destacar la perfección del dibujo y el magistral dominio en la reproducción de las calidades táctiles de las telas, así como los nobles rostros de los comuneros que contrastan con la impersonalidad de los monjes. Gisbert emplea una perspectiva de abajo a arriba con el fin de colgar el lienzo a cierta altura y crear en el espectador el ilusorio efecto del patíbulo, situando el cuerpo del comunero degollado a la altura de la vista para causar el sobrecogimiento del espectador. Primera medalla en la Exposición de 1860, no alcanza, por la decidida oposición de los académicos, vocales del Jurado, la medalla de honor, ante la incomprensión general que se multiplica en actos de desagravio: "La América" organiza una suscripción pública para premiarle con una corona de oro en un multitudinario homenaje, Olózaga con su oratoria exaltada logra que el Congreso lo compre por la astronómica cifra de 80.000 reales Pero... hoy el cuadro permanece en el olvido. Quizá no estaban tan equivocados los académicos.

Breve historia de los Comuneros.

La Guerra de las Comunidades de Castilla fue el levantamiento armado de los denominados comuneros, acaecido en la Corona de Castilla desde el año 1520 hasta 1522, es decir, a comienzos del reinado de Carlos I. Las ciudades protagonistas fueron las del interior castellano, situándose a la cabeza del alzamiento las de Toledo y Valladolid. Su carácter ha sido objeto de agitado debate historiográfico, con posturas y enfoques contradictorios. Así, algunos estudiosos califican la Guerra de las Comunidades como una revuelta antiseñorial; otros, como una de las primeras revoluciones burguesas de la Era Moderna, y otra postura defiende que se trató más bien de un movimiento antifiscal y particularista, de índole medievalizante.
El levantamiento se produjo en una situación de inestabilidad política en la corona de Castilla, que se arrastraba desde la muerte de Isabel la Católica (1504). En octubre de 1517, el rey Carlos I llegó a Asturias, proveniente de Flandes, donde se había autoproclamado rey de sus posesiones hispánicas en 1516. A las Cortes de Valladolid de 1518 llegó sin saber hablar apenas castellano y trayendo consigo un gran número de nobles y clérigos flamencos como Corte, lo que produjo recelos entre las élites sociales castellanas, que sintieron que su advenimiento les acarrearía una pérdida de poder y estatus social (la situación era inédita históricamente). Este descontento fue transmitiéndose a las capas populares y, como primera protesta pública, aparecieron pasquines en las iglesias donde podía leerse:
«Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor»
Las demandas fiscales, coincidentes con la salida del rey para la elección imperial en Alemania (Cortes de Santiago y La Coruña de 1520), produjeron una serie de revueltas urbanas que se coordinaron e institucionalizaron, encontrando un candidato alternativo a la corona en la reina propietaria de Castilla: la madre de Carlos, Juana, cuya incapacidad o locura podía ser objeto de revisión, aunque la propia Juana, de hecho, no colaborara. Tras prácticamente un año de rebelión, se habían reorganizado los partidarios del emperador (particularmente la alta nobleza y los territorios periféricos castellanos, como Andalucía) y las tropas imperiales asestaron un golpe casi definitivo a las comuneras en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Allí mismo, al día siguiente, se decapitó a los líderes comuneros (Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado). El ejército comunero quedaba descompuesto. Solamente Toledo mantuvo viva su rebeldía, hasta su rendición definitiva en febrero de 1522.